17 de octubre de 2008

El secreto de Lucía

Lucía baja del taxi en el cruce de la Av. Arequipa con Santa Cruz. Camina lento, cabeza gacha. Sobre para en un kiosco, pide un cigarrillo y un halls. Siente una mano tocar su brazo, voltea. Saluda al hombre con un beso en la mejilla, caminan. Es un tipo agradable, más bien como de 1.75, tez blanca, fornido.

-¿Por qué me haces venir de improviso?- pregunta ella angustiada -Te he dicho que es complicado vernos entre semana.
-No podemos seguir así Lucía, tienes que decirle lo nuestro- replica él calmado, sin inmutarse.
-Estas loco Beto- se desespera -Ni hablar, tu sabías que sería así, te lo advertí desde el principio.
-Lo sé pequeña, pero jamás pensé que después de dos años seguiríamos escondiéndonos.
-Lo siento Beto, lo siento.

Lucía tiene la mirada perdida, sus ojos se humedecen. Beto la detiene. Ella lo mira a los ojos, llora. Él toca su rostro delicadamente, seca sus lágrimas. Atrae su rostro hacia él, la besa suavemente, muy despacio, más bien como pidiendole perdón. Ella acaricia su cabello, lo besa con más pasión.


-Te extrañé cariño- lleva el cigarrillo a su boca -Discúlpame, a veces me gana la culpa.
-No eres culpable amor- le enciende el cigarrillo -Pero si no quieres confesarle lo nuestro, no te obligaré.
-Amor yo quisiera decírselo, pero temo a su reacción. Entiéndeme un poquito gordo- lo toma de la mano -No sabes las mentirotas que tuve que decir ahora para venir.
-¿Qué le dijiste a Carlos? Cuando te envié el mensaje pensé que aún estaba en el Club. Yo lo dejé ahí.
-No amor, llegó unos veinte minutos antes. Le dije que iría a visitar una amiga del trabajo, que la pobrecita estaba enferma y su esposo de viaje, así que le llevaría la receta porque no puede salir. Y él me dijo que por qué mi amiga no llamaba al delivery- lo mira con cara de susto -Sólo le contesté que regresaba al ratito, que mi amiga además de las pastillas necesitaba un poco de compañía.
-Y porque mejor no le dijiste la verdad, que irías conmigo a tomar un café.
-¿Estas loco gordo? Podría sospechar ¿Y si mañana te hacía preguntas en el Club?
-Es mi amigo, sabe que soy tu amigo.
-Eres un descarado, pero yo no- se molesta -No sé que hago acá.
-Tranquila Lucía, deja el miedo- levanta la voz -Tienes que decírselo, y el tiene que comprender. No tiene motivos para molestarse. Que estés conmigo no significa que lo dejarás.
-Eres un sínico Beto- le dice furiosa -Tú te acercaste a él por mi, te hiciste su amigo para enamorarme.
-Eso no significa que no lo aprecie, que no le tenga cariño.
-Por favor, no sigas- se quiebra -Él no se merece esto.
-¿Y qué pretendes que hagamos?
-Nada Beto. Ese es el punto, nada.
-Háblame claro Lucía ¿A qué te refieres?
-No puedo más, se acabó- seca sus lágrimas, se acomoda el cabello -Hemos terminado definitivamente. Ya no puedo con esta culpa.
-Esta bien, ya estoy harto- la mira resignado -Han sido dos años maravillosos, pero no puedo inyectarte valor. Esto no tiene nada de malo, y él día que lo entiendas será muy tarde.
-Ese es mi problema Beto.
-El día que Carlos ya no te necesite te vas a quedar muy sola.
-No repitas eso jamás, él nunca me va dejar.
-Tu amor es enfermizo, necesitas terapia. Yo me voy, adiós.
-Te Amo, pero no podemos estar juntos Beto- se voltea -Adiós, sé feliz.
-Yo también Te Amo- murmulla Beto mientras la ve alejarse por la calle.

Lucía llega a casa, se queda en la puerta. Siente que ha hecho lo correcto, aunque le duela alejarse de Beto. No podía seguir con esa situación, convivir con el engaño. Dañar a la persona más importante en su vida. Ha sido sensata y es lo importante. Se mira al espejo, se retoca el maquillaje para que no noten que ha llorado. Finalmente entra. Carlos esta recostado en el sofá viendo televisión. Ella se sienta al lado, apaga el televisor.

-¿Qué pasó?- pregunta fastidiado -Estoy viendo la televisión.
-Lo siento Carlos, es que .. es que tenemos que hablar.
-¿Sobre qué? ¿Tu amiga se puso mal?
-Es sobre ti- acaricia su rostro -No sé si te guste lo que voy a decirte, pero no está en discusión ¿Ok?
-¿De qué hablas?- pregunta angustiado -Se clara por favor.
-Sé que tienes quince años mi amor, y sé que puedes tomar tus propias decisiones. Pero he decidido que cambies de entrenador de natación.
-¿Por qué mamá?- pregunta triste -Beto es lo máximo.
-Pero yo no estoy conforme con su desempeño. Es todo lo que te diré. Mañana buscaremos otro Club.
-No puedes hacerme esto mamá, son tres años de entrenamiento.
-Si puedo hijo, ya lo hice. Es por tu bien, por nuestro bien- camina hacia las escaleras -Me voy a recostar, no te desveles.
-Ok mamá. Buenas Noches- prende la televisión, se vuelve a recostar -Y yo que pensé que se gustaban ¿Cuándo te enamorarás mamá?



2 comentarios:

Anónimo dijo...

como puede la mente de uno divagar tanto? como puede el mismo morbo hacernos pensar cosas donde kizas no las ahi?lei tu articulo junto a un amigo y el penso que se referia a un hombre pero resulto ser a un niño,yo x mi parte nunca imagine k fue un hombre o un niño siempre kise dejarlo a la imaginacion,pero la historia en si fue muy buena.

Jeyssi.

José Luis Zapata on 18 de octubre de 2008, 6:23 p. m. dijo...

Esa es la idea corazón. Que el lector crea que se trata del esposo, que entiendan el arrepentimiento de Lucía, que desprecien la frescura de Beto. Y que al final se den cuenta que Lucía es la enferma, que Beto sólo quiere amarlos, que se trataba del hijo. Sólo jugué con el morbo del lector =)

 

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