
Si pienso en Aline, recuerdo sus postres exquisitos y ese aroma a galletas, recién horneadas, que se impregnaba en la cocina. Pero sobre todo, aún añoro, esas tardes divertidísimas, tirados en la cama, jugando yan-ken-po, felices, sin malicia, y sólo con la ternura de acariciar nuestras manos sonriendo por todo.
Aline era la chica más linda que había aceptado ser mi novia. Cuando salíamos a dar...