Durante la niñez divagaba mucho tiempo, siempre imaginando lo que sería cuando sea grande. Hoy, muchos años después, he recordado algo de eso.
Mi sueño máximo era ser futbolista, el 'siete' de los cremas, ganar una Libertadores y clasificar a un Mundial. Jugar en River y Real Madrid. Vamos, que a los niños se les perdona todo.
En aquella época también creía que quería ser abogado, un gran litigante y hombre de leyes. Con un poco de suerte a la política llegaría. En el transcurso entendí que acá no se litigaba como en Hollywood. Igual postulé a Derecho, por suerte no ingresé.
A menudo fantaseaba con que a los veinticinco me casaría con una mujer muy guapa, con la que tendría tres hijos. Yo los engreiría todo el tiempo, y haría el amor con mi mujer cada noche. Nada más lejano a la realidad, las chicas guapas si se casaron, pero no conmigo, los niños no me simpatizan, y no hago el amor hace más de un año. Aunque pensándolo mejor, ¿en alguna oportunidad hice el amor?
Luego, quise ser músico. Era la forma más fácil y segura de tener muchas mujeres, estar de fiesta todo el tiempo, y ser famoso. Hoy, me queda claro que ¿los niños quieren serlo -y tenerlo- todo, no?
Cuando descubrí que era un negado para la música, decidí que tendría un bar. Repasemos: sexo-fiesta-popular. Hace tres años pude realizarlo, algunas malas decisiones lo impidieron.
Por esos tiempos, me hacía mucha ilusión vivir en una buhardilla del centro de Madrid. Eran años en los que ya deseaba ser escritor, aunque no lo reconocía. ¿Qué creen? No soy escritor, y no vivo en esa buhardilla soñada. Pero es uno de los pocos deseos, que aún tengo ganas de cumplir.
En alguna ocasión pasó por mi mente ser arquitecto. Me parecía increíble el diseñar el lugar donde vivirían las personas, el plasmar sus sueños. Lo descarté rápidamente cuando acepté que no tenía paciencia para las manualidades, y la falta de talento para dibujar era innegable.
Los días en que veía mi escuálido cuerpo frente al espejo, me animaba el hecho de que al crecer haría ejercicios y los músculos saldrían de ese escondite en el que habitaban. Nunca tuve cuando empezar, y la fatiga pudo más que aquel deseo. Total, unos kilitos de más no le hacen daño a nadie.
Hoy, con generoso orgullo, afirmo que nunca quise ser doctor, bombero o prostituto. Tampoco pintor, actor porno o actor de ficción. Mucho menos salvavidas, astronauta o aviador. Mi niñez no fue tan compleja, a Dios gracias.
Y mi propósito hoy en día, es ordenar mi vida y escribir más a menudo. Espero cumplirlo. Se supone que este fue el primer trote.